Post by DANIEL CARAVEO on Oct 20, 2008 9:50:37 GMT -6
Influira Dios en la Pesca ?? fue el nombre que le dio nuestro amigo Reynaldo Tafich a una historia que salio publicada en la revista de Caña y Carrete, ya hace como 2 años..
mas sin embargo yo guarde esta revista por este mismo articulo y la semana pasada me tope con ella y no sabia el por que la habia guardado, empeze a hojearla y nuevamente lei el articulo que escribio Reynaldo, por demas emotiva, por lo cual no quiero dejar de compartirsela...
¿INFLUIRA DIOS EN LA PESCA?
Durante casi dos años he tenido una tentación muy grande de compartir la siguiente anécdota y, finalmente, me animé a participarles de esta breve historia, la cual, les puedo garantizar, es uno de los momentos de mi vida que verdaderamente he sentido, en innumerables ocasiones, ganas de volverlo a vivir.
Era el mes de julio de 2003, cuando en compañía de mi hijo Reynaldo de 10 años, mis buenos amigos Héctor Tamez, Pablo Leo y un servidor, nos dirigimos a pescar a la presa El Salto, en el Estado de Sinaloa. Desde que nos encontramos en el aeropuerto de Monterrey, comenzamos a disfrutar el viaje, ya que tengo que reconocer y aprovecho este espacio para agradecérselos a ambos, el que tanto Pablo como Héctor, son excelentes compañeros de viaje y siempre trataron a mi hijo Rey por igual como si fuera otro adulto más y esto, desde nuestro primer viaje a El Salto, (este era nuestro segundo viaje juntos), haciéndolo sentir más integrado al grupo, al grado tal, de que tanto ellos a él, como él a ellos, se la vivían tirándose madreada.
Sin embargo, todo comienza cuando en el trayecto en la carretera, a bordo de la Van que rentamos, su tío Héctor le comienza a decir a Rey, que ahora sí, si sacaba una lobina de 10 lbs. para arriba, se la iba a tener que traer y que él le iba a regalar el arreglo (disecada) de la misma; a lo que Rey le contestó, “mi Papá no me va a dejar”, sirve aclarar que aún y su corta edad, Rey ya había sacado anteriormente lobinas de ese tamaño y de acuerdo a la cultura de la gran mayoría de nosotros, siempre ha disfrutado regresándolas al agua. Pero, en fin, allí empezó mi sufrimiento, porque a medida que avanzábamos, sus tíos Héctor y Pablo le insistían y yo nada más me reía nerviosamente al ver que prácticamente Rey ya estaba de acuerdo en traerse la lobina y la verdad no sabía como iba yo a enfrentar esa situación llegado el momento.
Pues bien, a diferencia de la vez anterior, ahora las lobinas grandes que picaron no fueron tantas, sin embargo, tanto Pablo como Héctor y un servidor ya habíamos sacado lobinas de ese tamaño entre el viernes en la tarde y el sábado, pero curiosamente Rey no.
Así las cosas, sus tíos que son buenos pa’ la madreada empezaron a decirle a Rey todo lo que ya se podrán imaginar en el sentido de que no pescaba nada y que lo que contaba era “El Grande”, que las otras pequeñeces de menos de 10 lbs. cualquiera las sacaba y que entonces se iba a ir en blanco y que no se la iba a acabar y que todo el mundo se iba a enterar.
Así pues, se llegó el domingo y la verdad yo estaba entre la espada y la pared, porque, aún y cuando, por un lado quería que Rey sacara su golón para quitarse la madreada de encima (la cual sentía que ya le dolía), por otro lado, no quería pasar por el predicamento de que si la sacaba, otorgarle o no el permiso de llevársela. En ese aspecto, yo soy muy duro y muy ladino para convencerlo de que la suelte.
Pasaron las horas y todo seguía igual, hasta que dieron las 11:00 a.m. y consideré que era el momento de buscar a Héctor y a Pablo para ya retirarnos al hotel y venirnos de regreso a Monterrey; hasta ese momento, las lobinas más grandes de Rey eran de alrededor de 7.5 a 8 lbs. Llegamos a donde estaban pescando ellos y nos dijeron que pescáramos un ratito más ahí mismo todos juntos, ya que habían encontrado un punto donde había mucha lobina y estaban muy activas pero todas ellas de alrededor de máximo unas 3 lbs. Ya se han de imaginar que la vacilada con Rey continuaba, pero no le quedaba más remedio que aguantarse.
Pasó un rato y la verdad es que, tiro tras tiro los cuatro estábamos sacando lobinas, era una divertida tremenda, ya que eran tiros largos los que teníamos que hacer y las lobinas estaban suspendidas entre los palos y las disfrutábamos mucho. Nuevamente, consideré que era hora de retirarnos y empecé con el clásico 5 minutos más y nos vamos y con el ‘últimos tiros’. Y, de pronto, sucedió, “esta está muy buena” grita Rey y todos esperanzados que así fuera y que no estuviera equivocado, ya se imaginaran cuando medio brincó la lobina y se asomó un poco y vimos todos el tamaño, hasta el sufrimiento se les notaba a los guías mientras Rey pujaba por sacarla, porque de verdad había hecho un tiro larguísimo y la lobina venía desde muy lejos entre puros palos, hasta tentación de ayudarle, pero como quiera él no lo iba a permitir. Finalmente, Rey logró sacar su lobina de 10lbs. y aquí se presentaba el dilema, ¿se la llevará?.
Tanto Pablo como Héctor, después de las fotos de rigor, le dijeron ahora si ya tienes tu lobina y su tío Héctor le comentó que él le iba a cumplir lo que le prometió y que le iba a regalar el arreglo de la misma; cuando entonces, sucedió lo inesperado, “NO ME LA VOY A LLEVAR” dijo Rey. Ya se imaginaran a todos lo sorprendidos que estábamos, a tal grado, que fue entonces, cuando en contra de mi costumbre, le comenté a Rey que por mi no se preocupara, que si quería llevársela se la podía llevar y que no había ningún problema a ese respecto, sobretodo que, honestamente, para mi también fue una lobina muy sufrida todo el fin de semana. En resumidas cuentas, no aceptó y terminó por regresarla al agua vivita y coleando, en el que de verdad, ha sido uno de los momentos que más he disfrutado en mi vida, ya que al estarla devolviendo, juntos agachados los dos, alcancé a ver el brillo de alguna lágrima en sus ojos por un costado de sus lentes oscuros. Gracias a Dios y a mis oportunos amigos conservo unas fotos de ese preciso y precioso momento.
Bueno y ustedes se preguntaran, ¿en donde entra Dios en todo esto?; aquí viene.
Sumergidos todavía en la emoción del momento y habiendo acabado de salir un animal grande, continuamos haciendo unos tiros más; sin embargo, de pronto, noté que Rey estaba sentado en la parte trasera de la lancha y que no estaba pescando; por lo que, lo invité a que dejara de estar ‘flojeando’ y se pusiera a tirar para aprovechar el momento.
Me contestó mostrándome su caña, la cual ya estaba desarmada, al mismo tiempo que me mostraba una bolsita de plástico donde ya había colocado todo su kit (lagartija, plomada, anzuelo y hasta un pedazo de línea) con el que había sacado su lobina. Imagínense mi emoción, era indescriptible, sobre todo porque no fue idea mía. Le insistí que no le hiciera al monje, que él tenía más varas armadas y que también había otras varas mías que podía tomar, pero no aceptó. Fue entonces cuando, después de mucho insistirle me contestó, “EN EL HOTEL TE EXPLICO”. Conociéndolo como lo conozco, sabía que no me iba a decir nada hasta llegar al hotel (es igual de terco que su mamá), por lo tanto, ya no le dije nada.
Estaba yo muy intrigado al llegar al hotel, cuando, ya en privado en el cuarto, le pregunté que qué había pasado, que porque lo había notado yo medio raro en la lancha, como melancólico y no eufórico por su lobina, que debería estar contento, a lo que me contestó:
Mira Papi, no te preocupes, si estoy contento. Lo que pasa es que “YO HICE UN TRATO CON DIOSITO”; como mi tío Héctor y mi tío Pablo me estaban echando mucha carrilla y yo les quería poner un tapón, entonces yo le propuse a Diosito un trato, le dije que ese iba a ser mi último tiro y que lo iba a hacer con toda mi alma, pero que por favor me diera una lobina grande y que yo lo que le ofrecía era que ya no me la iba a llevar, que si El me la concedía yo la iba a regresar y ya no iba a pescar más para no lastimar a las lobinas; y, entonces, como Diosito me la dió, pues yo quiero pensar que El aceptó el trato y pues, “un trato es un trato” y los tratos se cumplen. Amigos, no acostumbro llorar, pero ya se imaginaran como se me nubló la vista y se me llenaron los ojos de lágrimas. Ese ha sido uno de los días de mi vida que no cambio por nada.
Nuevamente la pregunta: ¿INFLUIRA DIOS EN LA PESCA?
mas sin embargo yo guarde esta revista por este mismo articulo y la semana pasada me tope con ella y no sabia el por que la habia guardado, empeze a hojearla y nuevamente lei el articulo que escribio Reynaldo, por demas emotiva, por lo cual no quiero dejar de compartirsela...
¿INFLUIRA DIOS EN LA PESCA?
Durante casi dos años he tenido una tentación muy grande de compartir la siguiente anécdota y, finalmente, me animé a participarles de esta breve historia, la cual, les puedo garantizar, es uno de los momentos de mi vida que verdaderamente he sentido, en innumerables ocasiones, ganas de volverlo a vivir.
Era el mes de julio de 2003, cuando en compañía de mi hijo Reynaldo de 10 años, mis buenos amigos Héctor Tamez, Pablo Leo y un servidor, nos dirigimos a pescar a la presa El Salto, en el Estado de Sinaloa. Desde que nos encontramos en el aeropuerto de Monterrey, comenzamos a disfrutar el viaje, ya que tengo que reconocer y aprovecho este espacio para agradecérselos a ambos, el que tanto Pablo como Héctor, son excelentes compañeros de viaje y siempre trataron a mi hijo Rey por igual como si fuera otro adulto más y esto, desde nuestro primer viaje a El Salto, (este era nuestro segundo viaje juntos), haciéndolo sentir más integrado al grupo, al grado tal, de que tanto ellos a él, como él a ellos, se la vivían tirándose madreada.
Sin embargo, todo comienza cuando en el trayecto en la carretera, a bordo de la Van que rentamos, su tío Héctor le comienza a decir a Rey, que ahora sí, si sacaba una lobina de 10 lbs. para arriba, se la iba a tener que traer y que él le iba a regalar el arreglo (disecada) de la misma; a lo que Rey le contestó, “mi Papá no me va a dejar”, sirve aclarar que aún y su corta edad, Rey ya había sacado anteriormente lobinas de ese tamaño y de acuerdo a la cultura de la gran mayoría de nosotros, siempre ha disfrutado regresándolas al agua. Pero, en fin, allí empezó mi sufrimiento, porque a medida que avanzábamos, sus tíos Héctor y Pablo le insistían y yo nada más me reía nerviosamente al ver que prácticamente Rey ya estaba de acuerdo en traerse la lobina y la verdad no sabía como iba yo a enfrentar esa situación llegado el momento.
Pues bien, a diferencia de la vez anterior, ahora las lobinas grandes que picaron no fueron tantas, sin embargo, tanto Pablo como Héctor y un servidor ya habíamos sacado lobinas de ese tamaño entre el viernes en la tarde y el sábado, pero curiosamente Rey no.
Así las cosas, sus tíos que son buenos pa’ la madreada empezaron a decirle a Rey todo lo que ya se podrán imaginar en el sentido de que no pescaba nada y que lo que contaba era “El Grande”, que las otras pequeñeces de menos de 10 lbs. cualquiera las sacaba y que entonces se iba a ir en blanco y que no se la iba a acabar y que todo el mundo se iba a enterar.
Así pues, se llegó el domingo y la verdad yo estaba entre la espada y la pared, porque, aún y cuando, por un lado quería que Rey sacara su golón para quitarse la madreada de encima (la cual sentía que ya le dolía), por otro lado, no quería pasar por el predicamento de que si la sacaba, otorgarle o no el permiso de llevársela. En ese aspecto, yo soy muy duro y muy ladino para convencerlo de que la suelte.
Pasaron las horas y todo seguía igual, hasta que dieron las 11:00 a.m. y consideré que era el momento de buscar a Héctor y a Pablo para ya retirarnos al hotel y venirnos de regreso a Monterrey; hasta ese momento, las lobinas más grandes de Rey eran de alrededor de 7.5 a 8 lbs. Llegamos a donde estaban pescando ellos y nos dijeron que pescáramos un ratito más ahí mismo todos juntos, ya que habían encontrado un punto donde había mucha lobina y estaban muy activas pero todas ellas de alrededor de máximo unas 3 lbs. Ya se han de imaginar que la vacilada con Rey continuaba, pero no le quedaba más remedio que aguantarse.
Pasó un rato y la verdad es que, tiro tras tiro los cuatro estábamos sacando lobinas, era una divertida tremenda, ya que eran tiros largos los que teníamos que hacer y las lobinas estaban suspendidas entre los palos y las disfrutábamos mucho. Nuevamente, consideré que era hora de retirarnos y empecé con el clásico 5 minutos más y nos vamos y con el ‘últimos tiros’. Y, de pronto, sucedió, “esta está muy buena” grita Rey y todos esperanzados que así fuera y que no estuviera equivocado, ya se imaginaran cuando medio brincó la lobina y se asomó un poco y vimos todos el tamaño, hasta el sufrimiento se les notaba a los guías mientras Rey pujaba por sacarla, porque de verdad había hecho un tiro larguísimo y la lobina venía desde muy lejos entre puros palos, hasta tentación de ayudarle, pero como quiera él no lo iba a permitir. Finalmente, Rey logró sacar su lobina de 10lbs. y aquí se presentaba el dilema, ¿se la llevará?.
Tanto Pablo como Héctor, después de las fotos de rigor, le dijeron ahora si ya tienes tu lobina y su tío Héctor le comentó que él le iba a cumplir lo que le prometió y que le iba a regalar el arreglo de la misma; cuando entonces, sucedió lo inesperado, “NO ME LA VOY A LLEVAR” dijo Rey. Ya se imaginaran a todos lo sorprendidos que estábamos, a tal grado, que fue entonces, cuando en contra de mi costumbre, le comenté a Rey que por mi no se preocupara, que si quería llevársela se la podía llevar y que no había ningún problema a ese respecto, sobretodo que, honestamente, para mi también fue una lobina muy sufrida todo el fin de semana. En resumidas cuentas, no aceptó y terminó por regresarla al agua vivita y coleando, en el que de verdad, ha sido uno de los momentos que más he disfrutado en mi vida, ya que al estarla devolviendo, juntos agachados los dos, alcancé a ver el brillo de alguna lágrima en sus ojos por un costado de sus lentes oscuros. Gracias a Dios y a mis oportunos amigos conservo unas fotos de ese preciso y precioso momento.
Bueno y ustedes se preguntaran, ¿en donde entra Dios en todo esto?; aquí viene.
Sumergidos todavía en la emoción del momento y habiendo acabado de salir un animal grande, continuamos haciendo unos tiros más; sin embargo, de pronto, noté que Rey estaba sentado en la parte trasera de la lancha y que no estaba pescando; por lo que, lo invité a que dejara de estar ‘flojeando’ y se pusiera a tirar para aprovechar el momento.
Me contestó mostrándome su caña, la cual ya estaba desarmada, al mismo tiempo que me mostraba una bolsita de plástico donde ya había colocado todo su kit (lagartija, plomada, anzuelo y hasta un pedazo de línea) con el que había sacado su lobina. Imagínense mi emoción, era indescriptible, sobre todo porque no fue idea mía. Le insistí que no le hiciera al monje, que él tenía más varas armadas y que también había otras varas mías que podía tomar, pero no aceptó. Fue entonces cuando, después de mucho insistirle me contestó, “EN EL HOTEL TE EXPLICO”. Conociéndolo como lo conozco, sabía que no me iba a decir nada hasta llegar al hotel (es igual de terco que su mamá), por lo tanto, ya no le dije nada.
Estaba yo muy intrigado al llegar al hotel, cuando, ya en privado en el cuarto, le pregunté que qué había pasado, que porque lo había notado yo medio raro en la lancha, como melancólico y no eufórico por su lobina, que debería estar contento, a lo que me contestó:
Mira Papi, no te preocupes, si estoy contento. Lo que pasa es que “YO HICE UN TRATO CON DIOSITO”; como mi tío Héctor y mi tío Pablo me estaban echando mucha carrilla y yo les quería poner un tapón, entonces yo le propuse a Diosito un trato, le dije que ese iba a ser mi último tiro y que lo iba a hacer con toda mi alma, pero que por favor me diera una lobina grande y que yo lo que le ofrecía era que ya no me la iba a llevar, que si El me la concedía yo la iba a regresar y ya no iba a pescar más para no lastimar a las lobinas; y, entonces, como Diosito me la dió, pues yo quiero pensar que El aceptó el trato y pues, “un trato es un trato” y los tratos se cumplen. Amigos, no acostumbro llorar, pero ya se imaginaran como se me nubló la vista y se me llenaron los ojos de lágrimas. Ese ha sido uno de los días de mi vida que no cambio por nada.
Nuevamente la pregunta: ¿INFLUIRA DIOS EN LA PESCA?